Leyendas

Más allá de los elementos físicos y humanos que los conforman, los paisajes esconden leyendas y mitos tras los que late el sentir de sus moradores, sus esperanzas y temores, sus anhelos y fantasías...

miércoles, 29 de mayo de 2013

El Castillo de Marujita

El Castillo de Marujita en realidad no es un castillo, sino una ermita: la del Cristo de la Sangre. Situada en la parte alta de Medina Sidonia, en las afueras del casco urbano, a pesar de su estado ruinoso aún pueden reconocerse elementos arquitectónicos mudéjares, que delatan la antigüedad del edificio (siglo XV). Desamortizada en los años 30 del siglo XIX, la ermita pasó a ser propiedad privada, sirviendo como vivienda y almacén hasta que fue abandonada en la segunda mitad del siglo XX.

Su último morador fue un escritor jerezano -cuyo nombre me reservo- que pasó allí los últimos años de su vida en compañía de una mujer -Marujita- que, al decir de las gentes, fue "algo más" que su criada. Tal era el celo con que aquellos dos personajes blindaron la soledad y apartamiento en que vivían, que a la gente de Medina la ermita empezó a figurársele castillo -dado su carácter inaccesible-, de ahí el nombre con que popularmente hoy se la conoce.

El Castillo de Marujita es uno de esos lugares donde suceden fenómenos paranormales, por lo que algunos lo consideren espacio adecuado para practicar la güija y hacer otros juegos más o menos inquietantes.

Junto a la ermita hay un pozo -hoy cegado- del que salían voces en las noches de levante. Según contaba un anciano que frecuentaba el lugar, él mismo pudo oír más de una vez el llanto de un niño pequeño, y un hilillo de voz infantil que repetía una y otra vez la misma angustiosa palabra: "¡Ayuda! ¡Ayuda! ¡Ayuda...!"
Relacionaba este escalofriante suceso con el hecho de que Marujita fuera "algo más que una criada" para aquel escritor que hizo de la ermita su castillo, y del pozo la tumba de los hijos que sin duda nacieron fruto de aquel amancebamiento.