Leyendas

Más allá de los elementos físicos y humanos que los conforman, los paisajes esconden leyendas y mitos tras los que late el sentir de sus moradores, sus esperanzas y temores, sus anhelos y fantasías...

jueves, 22 de noviembre de 2012

Camino de Espera


Camino de Espera

La Villa de Espera es quizá una de las poblaciones menos conocidas de la provincia, más allá de sus famosos molletes y del rico aceite que aún allí se produce, y que tuvo fama de ser el mejor de toda la serranía. El blanco caserío acunado en la ladera del cerro, en cuya cima se destaca el Castillo de Fatetar, es sin duda una de las vistas más pintorescas de la provincia de Cádiz.


En Jerez existe todavía un “Camino de Espera” por el que antaño llegaba a la ciudad una parte importante del ganado que, procedente de Sevilla, se exponía a la venta en nuestra Feria de Mayo, después de hacer estación en la Feria de Espera, que por dicha razón se celebraba -y aún hoy se celebra- a finales del mes de abril o a principios de mayo, justo entre las ferias de Sevilla y Jerez. Pero se ve que los nuevos medios de transporte, así como la pérdida de importancia de la compraventa  de ganado en nuestras ferias, dejaron obsoleto dicho Camino de Espera, prácticamente perdido al poco de salir de Jerez, y que ha quedado  reducido a un bonito y evocador nombre, ideal como título para una novela que está aún por escribirse.

A pesar del tipismo de su morfología, en tanto que pueblo blanco, Espera es sin embargo una localidad atípica en cuanto a la estructura de la propiedad de la tierra, ya que predomina la pequeña y mediana propiedad frente al latifundismo característico de gran parte de la provincia y de Andalucía. Y es que gracias a la ilusión y al trabajo del ilustre espereño Francisco Garrido -Curro, para sus convecinos-, alcalde de la localidad durante la Segunda República y destacado dirigente obrero, Espera fue pionera en el proceso de Reforma Agraria, beneficiándose de la parcelación y ocupación de latifundios. Pero esta favorable estructura de la propiedad de la tierra no ha impedido que Espera haya seguido siendo tierra de emigrantes.

Consecuencia también de la ilusión republicana de muchos espereños es el hecho de que en aquellos años algunas niñas fueran inscritas en el Registro Civil con los evocadores nombres de Democracia o Pasionaria, entre otros. Nombres que se vieron obligados a cambiar los padres de tales niñas al terminar la Guerra Civil, al ser considerados como extravagantes por las nuevas leyes franquistas.

Como curiosidad, añadir que “acabar como el Rosario de la Aurora” es dicho popular que al parecer tuvo su origen en esta bonita población de Espera, donde está documentado que a mediados del siglo XIX uno de aquellos rosarios que se rezaban al amanecer terminó a farolazos entre los participantes, según una versión, o con la muerte del presbítero de la parroquia tras que un buey embistiera a la sacra procesión, según otra. De ahí que lo mismo se dice, cuando algo tiene visos de terminar de manera desastrosa, que “va a acabar como el Rosario de la Aurora” o “como el Rosario de Espera”.

Curiosidades aparte, el nombre de Espera procede, al parecer, de la denominación árabe Asbira. La crónica de Abderraman III nos cuenta que este califa fue quien ordenó la construcción del castillo, cuando en el año 914 llegó a Asbira procedente de Arcos, ciudad a la que había venido para sofocar una revuelta.
En Espera, pueblo tranquilo y de gente muy amable y acogedora, en el que aún perdura la sana costumbre de saludarse por la calle -incluso a los forasteros-, hay varios lugares de obligada visita, a saber: el Museo Arqueológico, la Iglesia, el castillo de Fatetar –con la ermita del Cristo de la Antigua-, el Molino del Diezmo, las ruinas de la ciudad ibero-romana de Carissa Aurelia… y la peña flamenca.



Leyenda de Hespero
Según una leyenda difundida por el pueblo (y que tomamos del espereño Cristóbal Garrido Jiménez), Espera fue fundada por el mítico rey Hespero (hermano de Athlante, rey de la Mauritania), el cual reinó en Hesperia hacia el año 657 después del Diluvio; o sea, hacia el 1659 antes de Jesucristo.
Hespero de pequeño tenía el nombre de Filóctetes y fue uno de los ocupantes del Caballo de Troya que, en su odisea particular tras la legendaria guerra, volvió hacia occidente con su hermano Athlante, que era, como dijimos, rey de la Mauritania. Pero cuando cruzó el mar y llegó a Hesperia (la Península Ibérica), conmutó su nombre por el de Hespero. Tuvo tres hijas, aquellas del vergel –el mítico Jardín de las Hespérides- en el que un dragón que nunca pestañeaba -¿o se trataba de un león?- custodiaba las manzanas de oro.
También cuenta la leyenda que Hespero era un gran aficionado a la astrología, y que una noche, cuando estaba en la atalaya de su castillo observando los astros, fue raptado o abducido por la estrella vespertina –el Véspero-, a la sazón Venus o el Lucero del Alba.

1 comentario:

  1. Sin duda una buena iniciativa y recuerdos de clases de antaño es la impresion que me llevo al leer este blog. No sé si como profesor de geografía el mejor, pero sí como profesor de la vida, que es lo que definitivamente importa, fue Rafa Gil para mí, del que aprendi muchas cosas que me sirvieron para ser una medio buena persona. Guardo un gran recuerdo, amistad y afecto de él. Un abrazo.

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